Es lo que nos faltaba.
Y, sin embargo, no me sorprende.
Estamos en un mundo sobresaturado de información, #infuencers, noticias sin contrastar, titulares impactantes que se pelean por un clic y #fakenews avaladas y difundidas hasta por equipos de Gobierno (no miro a nadie, Mr. Trump).
Por lo tanto, que una locura desde el punto de vista sanitario irrumpa con fuerza, respaldada por los más punteros, por los gurús que tienen en sus manos la evolución tecnológica del mundo entero, es solo una muestra de en qué nos estamos convirtiendo.
Al menos en los países desarrollados.
Estamos perdiendo el criterio.
El pensamiento crítico siempre ha sido necesario, pero tener un criterio propio en una época inundada de información contradictoria es más necesario que nunca.
No hace falta saberlo todo. Y no hace falta saber de todo.
Es suficiente con poder discernir las fuentes fidedignas y rigurosas de las sensacionalistas.
Simplemente.
Lo que llevado a la práctica es tan sencillo (y complicado) como saber dónde buscar la información.
Y partiendo de ello, ya iremos desarrollando un criterio propio sobre una base bien informada. Criterio que podrá evolucionar, avanzar, incluso cambiar 180º.
Pero con unos cimientos sólidos.
El tema está muy tratado, pero es que no me he podido resistir.
Te voy a hablar del agua cruda.
Porque esta vez me he cabreado.
¿Por qué hablamos ahora del agua cruda?
A finales de diciembre de 2017, entre villancicos y comilonas, se coló una noticia en varios medios de comunicación nacionales e internacionales que nos contaba cuál es la nueva moda en Silicon Valley: beber “agua cruda”.
Afortunadamente, la mayoría de las publicaciones evitaron caer en ambigüedades o medias tintas: a la vez que exponían esta práctica, destacaban ya en los titulares que era un peligro sin ningún sentido.
Un peligro que podría salir muy caro.
(Puedes leer la noticia en medios nacionales aquí, aquí, aquí o aquí. Y te dejo también enlaces a medios internacionales como este, este, este o este).
Y es que, si hablamos de salud o alimentación, Silicon Valley no se caracteriza precisamente por aplicar el conocimiento científico.
Es increíble. Pero es un lugar que es el germen de todas las nuevas ideas tecnológicas, donde trabajan las mentes más creativas (y posiblemente más privilegiadas), a los que mucha gente considera los genios de nuestro tiempo.
Silicon Valley se ha convertido en el amplificador de las pseudociencias
Pero también es el altavoz que han encontrado pseudociencias de lo más diverso para dar un halo de verosimilitud a su (muchas veces peligroso) mensaje.
Porque sí. La pseudociencia es peligrosa.
No es inocente. No es inocua. Y desde luego no es altruista (¿de verdad piensas que nadie se lucra de la credulidad, la inocencia o -el caso más rastrero- la desesperación de la gente?).
Las pseudociencias no son inofensivas: son un negocio miserable.
Pues en aras de mejorar su salud, las influentes caras visibles de Silicon Valley nos han asegurado, por ejemplo, que tienen lucidez y energía porque han “reseteado” su cuerpo mediante ayunos más o menos prolongados, (Aitor Sánchez tiene un artículo muy clarificador sobre ello). Biohacking, lo llaman.
No en vano el propio Steve Jobs, fundador de Apple e icono de Silicon Valley, renunció a la cirugía y la medicina convencional para tratar de superar un cáncer con terapias alternativas. Falleció en 2011 víctima de ese cáncer. Igualmente podría no haber sobrevivido con un tratamiento médico, pero de entrada descartó esa opción.
Sí. La meca del conocimiento tecnológico es también el amplificador (y aval) de terapias sin fundamento científico.
Con el peligro añadido de que lo “venden” rodeados de una aureola de modernidad, innovación, salud, status económico y social…que convence (como es lógico) a mucha gente.
Si las cabezas más extraordinarias siguen una dieta o comen un “superalimento” tendrán razones de peso, ¿no?
En este marco, a empresas como Live Water (que comercializan “agua cruda” desde hace años), les ha dado el empujón final un ejecutivo de Silicon Valley, Doug Evans.
Sí, el mismo que trato de comercializar Juicero, un exprimidor de zumo que prometía ser el iPhone de los pequeños electrodomésticos y que, por el “módico precio de 700$”, todo lo que hacía era apretar una bolsa de fruta (la empresa quebró, claro, pero con unas ventas considerables y una ristra de consumidores estafados).
- Te presento Juicero. Está claro que los diseñadores son buenos, otra preciosidad. Fuente: Hipertextual
Poco después del descalabro de Juicero, Evans se sometió a un ayuno de 5 días (siguiendo la dieta biohacking), en los que bebió agua cruda y lo difundió por las redes sociales.
Internet hizo el resto.
¿Qué beneficios le atribuyen al agua cruda?
Infinitos.
Imposibles de exponer uno a uno.
Pero no solo se trata de asociar el agua cruda con efectos positivos sobre la salud.
El impacto no sería el mismo si además no fuese acompañado de una estrategia del miedo en la que aseguran que el agua del grifo (e incluso otras aguas de manantiales similares a la que venden) son “agua muerta” porque se ha sometido a potabilización con cloro, ozono, luz ultravioleta o filtros.
¿Y qué hay de malo en la higienización del agua?
Pues según los empresarios que venden agua cruda (no te engañes, no son hippies bienintencionados, son empresarios sin escrúpulos) la potabilización acabaría con las bacterias beneficiosas que, por supuesto, el agua de su empresa sí conserva.
Su estrategia de comunicación pasa por enumerar los beneficios y, sobre todo, alimentar el miedo.
Pero van más allá. Aseguran que el agua corriente puede contener todo tipo de compuestos peligrosos.
Y alertan del supuesto riesgo de la cloración (tratamiento utilizado para potabilizar el agua) o de la fluoración (adición de flúor que la OMS ha recomendado para reforzar el esmalte dental en poblaciones con problemas -y que en España es muy poco habitual).
Por cierto, tratamientos que están perfectamente regulados y controlados (en nuestra legislación a través del Real Decreto 140/2003 por el que se establecen los criterios sanitarios de la calidad del agua de consumo humano).
O incluso llegan a sugerir en su página web que el agua del grifo podría contener restos de fármacos empleados para el control de la natalidad.
- Es todo taaaaan zen… Fuente: Parismatch
Total, que el despropósito resulta ser una mezcla de pensamiento mágico (“el agua transmite la sabiduría de la vida natural”, “rica en sílice: el sílice almacena energía e información de una forma única y por esos nuestros dispositivos electrónicos lo contienen(…) Imagina que pudieras mejorar todo el sistema operativo de tu cerebro al nivel de los mejores procesadores”) y teorías de la conspiración.
Lo que no deja de ser sorprendente y paradójico, porque los mismos charlatanes que claman contra el cloro asegurando que es una forma que tienen los gobiernos de controlarnos (como recoge Déborah Bello en este artículo) son los que ensalzan (y tienen negocio) con el MMS (suplemento mineral milagroso).
Si no lo conoces, el MMS es un producto al que atribuyen propiedades curativas milagrosas. Sus defensores (y comercializadores) aseguran que cura todo: desde el autismo hasta el cáncer, pasando por la depresión o las enfermedades autoinmunes.
Un producto sobre el que la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios ha tenido que alertar por ser ilegal y peligroso.
¿Y qué tiene que ver con la cloración? Pues que el “principio activo” del MMS es exactamente el mismo que se usa para potabilizar el agua, el dióxido de cloro, pero en concentraciones muchísimo más altas que sí pueden provocar intoxicaciones graves.
¿Creías que el delirio acababa aquí? Me temo que no.
Porque las supuestas propiedades del agua cruda se las atribuyen a la presencia de cuatro tipos de probióticos, y enlazan en su web estudios científicos supuestamente demostrando las virtudes de esos microorganismos.
El pequeño “fallo” es que los microorganismos que están en su maravillosa agua cruda no son considerados probióticos. Y los estudios citados que aparentemente “los avalan” hablan de efectos positivos sobre la salud, pero atribuidos a otros microorganismos.
Vamos, que confían en que el simple reclamo del estudio científico avale su absurdo negocio. Aunque el estudio no tenga nada que ver con su producto.
Pero bueno, si cuela, cuela, ¿no?
Un (peligroso) timo en toda regla
¿Harían estos empresarios negocio con un agua supuestamente sin tratar que puede hacer que sus clientes enfermen?
¡Claro que no! No son tontos.
Son tan hipócritas que lanzan explícita o veladamente mensajes que ni ellos mismos se creen.
Claro que saben que no pueden vender agua no potable. Nunca se arriesgarían (¡que esto es un negocio, hombre!).
Resulta que, para culminar el desatino, esta agua milagrosa es exactamente la misma que abastece a toda una población de EEUU.
Efectivamente, es agua de un acuífero que cumple todos los requisitos sanitarios para el consumo humano, que supera controles periódicos y que sale del grifo de los habitantes de Madras, Oregón.
Y así lo reconocen en la página web.
Venden agua del grifo, solo eso.
Pero ellos la venden a 1,7$/litro (cuando los afortunados ciudadanos de Madras pagan por ella menos de un céntimo por litro, lo que les cobran en el recibo municipal).
El “agua cruda” de Silicon Valley es igual que cualquier agua mineral natural o agua de manantial. La misma que podemos comprar envasada en el supermercado.
Que, efectivamente, no tiene tratamiento de potabilización y es “agua sin tratar”. Pero que por supuesto está controlada, sometida a una normativa y declarada apta para el consumo humano.
¿Cómo justifica la empresa el precio?
Pues reconocen que no cobran por el agua. Que el agua es gratis.
Lo que cobran es el transporte y la entrega en tu hogar.
Porque lo hacen en condiciones de refrigeración para que los “no-probióticos” lleguen en perfecto estado. Y además lo sirven en jarras de prístino cristal, que contra el plástico también arremeten.
- ¿A que es una monada? Viste cualquier cocina Fuente: Live Water
(Por cierto, puedes comprar también los envases de cristal al insuperable precio de 69$ el dispensador de 9,5 litros).
La propia empresa reconoce que el agua es gratis y lo que se paga es el servicio de entrega a domicilio.
Y para cumplir con la legislación o, al menos, bordear el delito de estafa mientras puedan, ellos mismos declaran que “estas afirmaciones no han sido evaluadas por la FDA (Food and Drug Administration). Nuestro servicio no pretende diagnosticar, tratar, curar o prevenir ninguna enfermedad. Consulte con su sanitario antes de tomar la decisión de cambiar su agua”.
Y también que “los probióticos podrían tener beneficios incontables, pero los científicos todavía no los han descubierto”.
¿Quieres saber por qué me cabreo tanto?
No es por el fraude. Al fin y al cabo, convivimos con ellos en las redes a diario y más o menos vamos lidiándolos.
Es por el mensaje que envían.
Que consumir agua sin tratar puede tener beneficios para la salud.
El mensaje de que consumir alimentos sin tratar tiene ventajas es peligroso, irresponsable, frívolo y cruel.
Una postura que está en la línea de la que dice que consumir leche cruda aporta más nutrientes (en el post “Máquinas expendedoras de leche: ¿sabes lo que compras?” ya dejé clara mi opinión sobre esa práctica).
Porque lo que los consumidores entienden es que el producto que venden estas empresas y que los ejecutivos de Silicon Valley beben es agua sin potabilizar. Agua sin controles analíticos que garanticen su inocuidad.
Y que ese agua es mejor que la del grifo (por no decir milagrosa).
Es un mensaje falso. Pero, sobre todo, es un mensaje muy peligroso.
Porque sobra decir que el agua sin tratar y no controlada es vehículo de numerosísimas enfermedades. La OMS considera que “El agua contaminada y el saneamiento deficiente están relacionados con la transmisión de enfermedades como el cólera, otras diarreas, la disentería, la hepatitis A, la fiebre tifoidea y la poliomielitis” y que 842.000 personas mueren al año por diarreas provocadas por consumo de agua contaminada.
Claro, que eso a nosotros no nos preocupa, precisamente porque ya hemos instaurado las prácticas que evitan que tengamos que lidiar con esas enfermedades.
Las enfermedades infecciosas de transmisión alimentaria han dejado de ser una amenaza y hemos olvidado que siguen a nuestro alrededor.
Y la potabilización o el tratamiento térmico de la leche son algunas de las técnicas que nos permiten vivir en sociedad tal como lo hacemos (las ciudades sin un sistema de saneamiento de las aguas serían inhabitables) y alimentarnos sin enfermar.
Tenemos la inmensa suerte de poder beber el agua que sale del grifo y no morir.
Porque en los países en vías de desarrollo no se plantean si el agua sin potabilizar o la leche recién ordeñada es mejor para su salud. Para sus habitantes no es una opción con la que puedan coquetear.
Es una cuestión de vida o muerte.
Y eso es lo que verdaderamente me saca de mis casillas.
La frivolidad con la que tratamos en las latitudes más privilegiadas asuntos de salud pública que parecían superados.
Posiblemente la clave está en que no tenemos que lidiar cada día con la muerte por enfermedades infecciosas. Pero es que no hace tanto tiempo nuestros abuelos se peleaban contra la polio, o nuestros padres contra las fiebres tifoideas.
Qué memoria tan frágil. De nuevos ricos que no se acuerdan de los malos tiempos.
Porque la cuestión es que NO HAY DEBATE.
Ningún profesional con responsabilidad sobre la salud pública te va a recomendar tomar alimentos cuya inocuidad no esté garantizada. Y si encuentras a alguien que lo haga, huye de su consejo.
Hemos rellenado el hueco que antes ocupaba la religión con nuevas creencias, seguimos buscando el elixir de la eterna juventud, atribuimos matices espirituales a los alimentos de los que nos nutrimos.
Y damos pábulo a charlatanes que no se diferencian de los buhoneros que vendían crecepelo en el Salvaje Oeste.
Pero encima nos creemos más inteligentes que aquellos a los que engañaban.
Permíteme decirlo: no encuentro la diferencia.
La leche cruda también tiene partidarios y en España se puede comprar legalmente.
Aquí te cuento por qué no debes consumirla.
Gracias por cabrearte, Beatriz, porque es lo que hace falta, que mucha gente se cabree y grite bien alto y bien fuerte para denunciar estas estafas demenciales. Lo había leído un poco por encima el tema, pero con tu entrada es con la que me he enterado bien del todo. Ya me extrañaba a mi que esa gente bebiera de verdad agua cruda… es delirante, sería de risa si en vez de ser Silicon Valley y la vida real, fuese una peli española con Tony Leblanc y Conchita Velasco, «Los potabilizadores».
Lástima que la solución que propones, ser capaz de identificar fuentes fiables, sea TAN DIFÍCIL. La enorme incultura científica de este país es un caldo de cultivo ideal para que nos la cuelen. Cada vez me alegro más de haber tenido la oportunidad de estudiar. Sabré más o sabré menos, pero desde luego, aprendí a pensar, y eso es impagable. Que no digo que no me la vayan a colar, por supuesto, pero tengo muchas más armas que por ejemplo, mis padres. Eso que les debo.
Echo en falta que ante estas situaciones los Ministerios involucrados no hagan algo. No sé, un comunicado oficial, anuncios en los periódicos, yo que sé. Se habla de que no hay que alarmar, pero leches, no podemos dejar que sinvergüenzas sin escrúpulos vendan esas ideas. No se le puede dejar toda la responsabilidad de la denuncia a gente con un blog, gracias a los que aprendemos.
Te acompaño en el cabreo.
Saludos, y hasta la próxima.
Gracias por el comentario Javier. Tienes razón en que es difícil encontrar fuentes de información rigurosas porque en internet puedes encontrar blogs y páginas con apariencia fiable, hay personas conocidas con muchos seguidores que prestan su aval a teorías descabelladas…Y por supuesto no estoy diciendo que yo o cualquier divulgador científico serio seamos la fuente del saber incontestable, al contrario, expresamos opiniones o exponemos hechos que pueden (y deben) rebatirse, pero al menos tratamos de tener primero un criterio fundamentado y luego argumentar con referencias a fuentes e investigaciones de prestigio. (Y coincido contigo en que tengo una deuda infinita con mis padres por haberme dado la posibilidad de estudiar y de formarme).
Un abrazo y gracias de nuevo!
Gracias por tu trabajo y tu compromiso.
Diariamente me veo en la necesidad de descartar ideas mágicas y productos milagrosos ya que me veo tentado de probar todo tipo de tonterías.
Tengo la fantasía de poder cambiar los cuidados diarios, las rutinas saludables que requieren constancia y esfuerzo y el trato amoroso conmigo mismo, por productos milagrosos. Incluso cuando desafían la lógica o conocimientos contrastados.
Debe haber alguna necesidad secreta que estos inescrupulosos saben manipular para que seamos capaces de caer en embustes tan peligrosos.
Por suerte también hay personas como tú que nos ayudan a ejercitar el espíritu crítico y a informarnos adecuadamente.
Gracias por tu comentario, Pablo. Desde luego que los seres humanos tenemos motivaciones irracionales (ya sean el pensamiento mágico, la falta de confianza en todo lo que parezca «el sistema», la suspicacia respecto a la ciencia, el «amimefuncionismo», la desesperación en el caso de enfermedades graves…) que hacen que estos negocios sean un éxito.
Gran artículo, como de costumbre ;)
Lo cierto es que he visto decenas de vídeos en YouTube en los que hablan del «veneno a cuentagotas» que nos introducen a través del agua. Cuando leo un artículo o veo un documental respecto al tema que sea, espero ver las fuentes en las que se basan, y luego si es un tema del que realmente me interesa saber que hay de cierto pues reviso esas fuentes. Si no citan sus referencias para que yo mismo pueda revisarlas no me vale de nada, es simplemente una opinión, y en principio y hasta que se demuestre lo contrario, infundada. Les doy la misma credibilidad que al típico comentario de cualquier cuñado en la cena de Navidad («he leído en algún sitio que…»).
Dicho esto pregunto, ¿los filtros de agua a base de carbón activo hecho de fibra de coco, etc. tienen algún sentido?
Yo sin tener ni idea, y solamente por sentido común, pienso que el agua que llega por nuestros grifos es evidente que viene tratada para eliminar riesgos asociados a la contaminación, esto ha evitado millones de muertes (no hay más que ver lo que ocurre en países sin estos medios o lo que acontecía en otras etapas de la historia), pero también creo que los filtros no están de más, ya que más allá del flúor, etc. lo que me preocupa son los materiales de todas las cañerías y conductos por los que tiene que pasar el agua hasta que realmente cae a mi vaso.
Digo yo que todo será cuestión de llevarla a analizar a un laboratorio como se hace con el agua del pozo y listo.
Por otro lado, el vidrio borosilicato sí está científicamente demostrado que es inerte y no contiene ningún toxico en su composición (por ejemplo plomo como otros tipos de cristal), por eso tanto para embotellar el agua como para almacenar otros alimentos es el mejor material.
Los plásticos (aunque hay algunos certificados como aptos para su uso en la industria alimentaria) no son tan seguros, eso es un hecho.
Por mi parte, para escapar de grandes dogmas o fanatismos pseudocientíficos trato de cruzar cualquier fuente de información que me parezca interesante para la salud con estudios científicos que lo avalen o todo lo contrario, que lo desmientan. De esta manera voy separando lo que en principio es «verdad» (al menos con el conocimiento que tenemos a estas alturas) de las teorías conspiranoicas, que se sostienen simplemente en una alarma brutal muy bien narrada generalmente por personas con gran verborrea y un tono más que convincente.
Obviamente hay que ser críticos, el hecho de cuestionarlo todo nos hace avanzar, pero con pies de plomo (aunque éste sea toxico :p).
Hay mil temas súper interesantes relacionados con la salud, pero discernir la información de la desinformación es un trabajo arduo que me llega a desesperar por momentos.
La calidad del agua.
Los materiales de los utensilios de cocina (sartenes, ollas, etc. libres de PTFE, PFOA y nanopartículas)
El material de las cuberterías (no sé hasta qué punto es necesario comprar una cubertería de acero 18/0 libre de níquel)
El material de las vajillas (que no contengan plomo, como siempre, el vidrio borosilicato se supone que es la mejor opción)
El propio material de construcción de las casas (pinturas, etc.)
Las radiaciones a las que estamos expuestos (microondas, WiFi, telefonía…)
Los «antinutrientes» que contienen algunos alimentos (fitatos, oxalatos, etc. que tienen parte de legumbres, frutos secos, cereales, solanáceas y alguna verdura como las espinacas)
La ética en la industria alimentaria (trato de los animales y productos químicos en los vegetales)
Etc.
Y por todo esto que acabo de contar agradezco tanto la labor de personas como Beatriz, con la que podré estar de acuerdo o no (en absolutamente tooooodo es casi imposible estar de acuerdo con nadie), pero que sus argumentos de fundamentan en fuentes contrastadas, e incluso hace referencia para que lo podamos comprobar a las fuentes a las que critica.
Un saludo y muchas gracias,
Ramiro Díaz