A todos nos la pueden colar. Es así.
Por muy habituados que estemos a movernos en internet (e incluso puede que sea tu medio de trabajo, como en mi caso), nadie es totalmente inmune.
Y es que los bulos se van “profesionalizando” y cada vez tienen más apariencia de reales.
Entre eso y que la realidad se empieza a parecer a la ficción, parece que detectar “hoax” es una tarea imposible.
La buena noticia es que, precisamente porque tenemos acceso inmediato a la información, es más fácil que nunca contrastar esa primicia aparentemente tan real pero que tiene algo que te “escama”.
El primer paso es contar hasta diez y aguantar el impulso de reenviársela a todos tus contactos.
A partir de este punto tú tienes el control para empezar a desmontarla.
¿Qué bulos sobre alimentos puedes encontrarte?
No tengo datos.
Pero apostaría sin miedo a perder, que la seguridad y la salud (y más concretamente la alimentación) son los temas estrella de los creadores de noticias sensacionalistas y bulos.
Es fácil intuir el porqué.
En otros asuntos, como la política o economía, el interés puede estar más o menos concentrado en diferentes sectores de población y su recorrido es muy limitado: son fáciles de contrastar y se desmienten en horas (no, Barack Obama no tocó el culo a Melania Trump y Rodríguez Ibarra no deja el PSOE para montar un partido).
Pero en seguridad y salud la diana del bulo es…todo el mundo. Porque son dos temas que afectan directamente nuestra vida.
Y si además la falsa noticia habla de algo tan cotidiano como la alimentación, el cocktail es perfecto.
La receta es muy sencilla.
Solo hay que coger un alimento de consumo habitual (cuanto más común sea en la dieta mejor) y escoger qué queremos hacer con él.
¿Nos apetece que sea la nueva panacea? Le atribuimos propiedades milagrosas, por supuesto apoyadas por estudios científicos sin referenciar. Se puede añadir el nombre de alguna universidad de prestigio.
Total, es gratis.
Y eso sí, hay que explicar que todas estas bondades no se han dado a conocer hasta el momento porque lo ha impedido una conspiración entre las empresas farmacéuticas, los profesionales sanitarios y las administraciones para seguir haciéndose ricos a costa del sufrimiento ajeno.
Generalmente se utiliza el cáncer como enfermedad a batir.
Es lógico, cuantas más personas estén afectadas más sencillo será que el bulo se extienda (en España el cáncer fue la segunda causa de muerte en 2015 según datos del INE y se detectaron más de 240.000 nuevos casos como recoge la Sociedad Española de Oncología Médica).
Uno muy conocido es el del limón (que se extendió por correo electrónico e incluía receta con bicarbonato como alternativa inocua a la quimioterapia). Si además se encuentra con un altavoz que le da credibilidad en forma de Mariló Montero (lo que propició una queja de la Organización Médica Colegial), ya tenemos la tormenta perfecta.
A veces el camino es inverso.
Una persona referente (puede ser un “terapeuta”, un periodista o incluso un médico) es embajador (por intereses diversos) de las propiedades curativas de determinado alimento o dieta y esto sirve de base para que se genere y propague una noticia falsa.
(¿Has oído hablar de las “recetas anticáncer” de la médico Odile Fernández? Afortunadamente puedes encontrar la réplica a sus argumentos en artículos como el del científico y divulgador José Manuel López Nicolás -tienes que seguir su blog, es imprescindible-).
Pero, aunque vamos sobrados de falsas noticias sobre alimentos milagrosos, las que triunfan de verdad, las que están en el top ten de los bulos nutricionales, son las que meten miedo.
Podríamos incluso dividirlas en categorías:
1-. Alimentos infectados con peligrosos microorganismos o contaminados con agentes cancerígenos.
Dentro de esta, las frutas infectadas con el VIH (virus del SIDA) tienen entidad propia.
Puedes escoger entre naranjas o plátanos (desmentido entre otros por Miguel Ángel Lurueña, Gominolas de Petróleo). Les acompañan fotos repulsivas de frutas con “sangre” en su interior.
Y sobra decir que son absolutamente falsos (pero efectistas y muy efectivos en su diseminación por las redes sociales).
Estos días también puedes haberte dado de bruces con la alerta sobre las grietas de la sandía, que según el bulo se deben al uso de forclorfenurón “un compuesto cancerígeno”. Pues como ya se encargó de desmentir JMMulet a Verne, ni las grietas se producen por utilizar ese compuesto ni este es cancerígeno.
- Sandía perfectamente comestible y segura
2-. Alimentos peligrosos “per se”.
Otras posibilidad es que te encuentres un what´s app en el que te adviertan de los peligros de un alimento por su propia naturaleza. Por ejemplo, ese en el que te advierten de que la caseína (una proteína presente en la leche de vaca) es un veneno.
3-. Alimentos que producen cáncer.
Es darle la vuelta a la tortilla al argumento del cáncer: en lugar de decir que un alimento puede curarlo, el bulo te dice que un alimento que consumes cada día es la causa de que «cada día haya más tumores».
Y se ignora lógicamente cualquier otro factor que pueda estar implicado en el desarrollo de la enfermedad (como el estilo de vida, el diagnóstico precoz o el envejecimiento).
[Un inciso. Sobre la incidencia de la enfermedad, el propio Instituto Nacional del Cáncer de EEUU -NIH- indica en su página web que “La incidencia también es importante, pero la interpretación de cambios en la incidencia no siempre es sencilla. Por ejemplo, si un nuevo examen de detección detecta muchos cánceres que nunca habrían causado problemas durante la vida de una persona (lo que se llama sobrediagnóstico), la incidencia de cáncer parecería estar en aumento aunque no cambien los índices de mortalidad. Pero un aumento de la incidencia también puede reflejar un incremento real de la enfermedad, como cuando un aumento de la exposición a un factor de riesgo causa más casos de cáncer. En este escenario, el aumento de la incidencia probablemente conduciría a un incremento de la mortalidad por cáncer.”
Es un tema muy complejo -y no soy una voz autorizada- pero en todo caso reducir la incidencia del cáncer a la ingesta de un alimento concreto (o varios) es más que simplista.]
4-. Los tratamientos de la industria alimentaria son peligrosos.
Son los bulos que utilizan precisamente la aprensión de los consumidores hacia la industria alimentaria (recibimos tantos mensajes contradictorios que acabamos creyendo todo/desconfiando de todo) para colar mensajes que no tienen ni pies ni cabeza.
Un caso famosísimo es el de los tetrabricks de leche que “según la leyenda” se someten al tratamiento térmico una y otra vez a medida que van caducando para sacar más beneficio (y que de nuevo Miguel Ángel Lurueña se encarga de desmentir).
Y en esta clasificación también entrarían todas las advertencias que te llegan sobre los aditivos alimentarios que utiliza la industria. Generalmente son en forma de listado de peligrosos aditivos con sus correspondientes números E para que los busques en las etiquetas y los evites a toda costa porque pueden provocar todo tipo de trastornos.
(Por supuesto que, como insisto una y otra vez, la dieta debería basarse en alimentos frescos y poco procesados, pero eso no quiere decir que se estén comercializando productos con aditivos inseguros).
5-. Un alimento específico de una marca concreta es peligroso.
Es la última versión de bulo y es el que ataca directamente a un producto de una empresa. Aunque puede haber otros motivos para que este tipo de noticias se difundan, sería inocente pensar que no hay un interés económico o comercial.
Por ejemplo tenemos el bulo del Actimel, que decía que el organismo se “acostumbra” a depender de este lácteo y deja de producir defensas…Absolutamente falso, por supuesto. Pero hizo que la propia empresa tuviera que desmentirlo.
¿Cómo saber si la información sobre un alimento es un bulo?
Detectar bulos y desmontarlos no es complicado. Eso sí, hay que dedicar un poco de tiempo y estar atento, porque dependiendo del medio por el que nos lleguen pueden ser bastante creíbles.
A veces nos topamos directamente con titulares sensacionalistas en medios de comunicación pero no son propiamente bulos. Se componen de un titular efectista que busca enganchar al lector, pero el desarrollo de la noticia es relativamente acertado, cita fuentes fiables y expone información veraz.
No todas las informaciones polémicas que podemos encontrar en relación con la alimentación tienen el mismo grado de falsedad.
Los bulos generalmente llegan por redes sociales, no tienen el respaldo de un medio de comunicación y se expanden muy rápidamente (precisamente por lo espectacular de lo que presentan). Esta ya es una pista para saber si es veraz.
(Aunque a veces también «se la cuelan» a fuentes más rigurosas que la difunden dándola por cierta.)
Los bulos son muy fáciles de detectar tanto por su forma (faltas de ortografía, tipografía llena de colores, negritas, exclamaciones…) como por su contenido (noticias absolutamente escandalosas avaladas por supuestos investigadores prestigiosos que no existen, abusan de términos científicos inadecuados e insisten en su difusión para proteger a la humanidad en general de tan terrible amenaza).
Y ojo, que como has visto también las hay en positivo (el caso limón milagroso).
¿Qué les caracteriza?
1-. Se refieren a productos populares y de consumo habitual. Siempre de marcas conocidas y muchas veces apreciadas por los consumidores, con una imagen consistente.
2-. El mensaje suele ser negativo (los mensajes positivos calan menos).
3-. Citan un organismo o entidad con aparente autoridad: en el mejor de los casos hablan de informes, notas de prensa o estudios más o menos rigurosos y extraen las frases más impactantes sin ponerlas en contexto. En el peor de los casos se lo inventan y ese organismo ni siquiera existe.
4-. Citan testimonios impactantes que nunca pueden comprobarse: «Mary H., profesora de la Universidad de California, sufrió las terribles consecuencias…», ¿te suena?.
¿Cómo puedes desenmascararlo?
Te dejo unos pasos que te pueden ayudar para que no “te la cuelen”:
1-. El medio por el que te llega: parece muy evidente pero es crucial. No es lo mismo que te llegue por what´s app o que sea un tweet de un medio de comunicación. Aunque en estos momentos incluso algunos medios de prestigio pueden caer en la tentación de generar titulares “amarillistas” para captar la atención del lector, todavía hay una distancia importante entre un medio de comunicación riguroso y otro que no lo es.
2-. Lee la noticia: lo sé. Otra evidencia. Pero también es imprescindible. Porque vivimos saturados de información. A todas horas y en todas partes recibimos cientos de mensajes y es imposible pararse a leerlos en profundidad. Leemos el titular de Facebook o los 140 caracteres de Twitter pero no abrimos el contenido. Así que la próxima vez que leas un titular que te llama la atención, clica y léelo entero. Posiblemente verás que el mensaje completo no es exactamente lo que tú habías entendido.
3-. El mensaje es más potente si se refiere a un alimento que esté respaldado por una marca. Si te dicen que un alimento muy conocido puede causar problemas…ponlo en cuarentena y lee bien la noticia.
4-. Cuanto mayor sea el susto, más tienes que sospechar. Si un producto produce una pequeña reacción adversa a un grupo muy limitado de personas probablemente ni siquiera te fijarás en la noticia, pasará totalmente desapercibida. Por eso es importante que genere asombro, temor, que te choque al verlo. ¿Demasiado impactante? Duda.
5-. Busca si cita la fuente, contrasta la credibilidad de esa mención y valora la autoridad de esa fuente.
De dónde salga la noticia es casi casi el quid de la cuestión.
¿Te llega información “respaldada” por una entidad de prestigio? Asegúrate de ese organismo existe. Si no hay enlaces que lleven al origen de la noticia, desconfía (ahora es tan fácil poner hipervínculos que “esconderlos” resulta sospechoso).
Si efectivamente la entidad a la que se refiere existe y es rigurosa, seguramente vendrá enlazado el informe o el origen de esa información. Pínchalo a ver qué dice exactamente, que quizá no se corresponde con lo que la noticia refleja.
¿Y cuáles son las organizaciones con autoridad en alimentación? Las entidades reconocidos internacionalmente (OMS, ONU…), las agencias de seguridad alimentaria de los distintos países y territorios (EFSA, FDA, FSA, AECOSAN…), universidades reconocidas (no vale la Facultad de Medicina Natural de la Universidad de Gotham)…
Si no habla de organismos sino de expertos, “googlea” su nombre (si han descubierto algo tan importante tiene que haber referencias) y valora la información que encuentres.
6-. Tu escepticismo es tu baza. Duda. Sospecha si la primera impresión te impacta. Sospecha si hay términos pseudocientíficos pero son poco concretos (recuerda que está escrito para impresionarte). Sospecha si no aparece en medios de comunicación rigurosos. No te dejes abrumar.
En resumen…
La importancia de estas noticias falsas no está en que se hagan virales durante un tiempo. Porque al final se desmontan rápidamente (con argumentos indiscutibles) y solo quedan los coletazos de algún despistado que sigue difundiéndolas.
El verdadero problema es que crean la duda.
Es la base del “calumnia que algo queda”: es muy fácil que nos creamos al menos una parte del bulo (o que pensemos que tiene que haber algo de verdad) Así que la conclusión que adoptamos es “mejor no consumirlo por si acaso”.
No importa cuales sean los intereses tras el “hoax”: creerlo y difundirlo solo contribuye a la desinformación.
Lo tienes más fácil que nunca para desmontarlo.
¿Quieres ver cómo se distorsiona una noticia?
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