Me confieso adicta al café. Al café solo en todas sus versiones, con el único requisito de que esté bien cargado, tenga cuerpo y no me lo estropee ni un miligramo de azúcar.
Esos son mis sesgos.
Pero, una vez reconocidos, he querido llevar las cápsulas de café a Materia Ciencia de El País. Cada vez consumimos más café en este formato y, donde hay un producto de consumo masivo, hay un bulo (o varios). ¿Has oído que al aluminio de las cápsulas es cancerígeno? Pues no es verdad.
Pero, además, hay mil cápsulas monodosis diferentes y no solo difieren en el precio: en cuanto añaden ingredientes distintos del café nos vemos obligados a leer las etiquetas. Te sorprenderán: algunas son auténticas bombas nutricionales.
Puedes leerlo entero en Materia Ciencia.
Cuando se analiza el café desde el punto de vista nutricional, se estudia exactamente eso, el café. No todos los aderezos que pueden acompañarle.
Gran parte de las cápsulas de café contienen solo café. Se identifican bien, porque no tienen la obligación de mostrar la lista de ingredientes, ni especifican el valor nutricional. Sin embargo, en la oferta ingente de monodosis también se cuelan productos insanos bajo el disfraz de inocente cápsula de café.
Y recuerda algo: el verdadero problema de las cápsulas de café es social y medioambiental.
Tener en cuenta las condiciones laborales de los caficultores, la responsabilidad social de la empresa y su compromiso con la sostenibilidad son los factores realmente imporantes que deberían guiar nuestras elecciones.