En el mes de julio Alberto Garzón, Ministro de Consumo, lanzó un mensaje mil veces repetido por las entidades científicas: debemos reducir nuestro consumo de carne.
No es una recomendación nueva ni original pero es disruptiva porque, por primera vez en nuestro país, salía de la boca de un político miembro del Gobierno.
La reacción exacerbada no se hizo esperar y, ante una petición tan coherente con la evidencia científica, la burbuja mediática se llenó de voces irritadas aludiendo a la injerencia del Ministro en nuestras vidas privadas: «¡hasta el chuletón me quieren quitar!»
Twitter se empachó de fotografías de barbacoas, solomillos y parrilladas de chorizo que, en muchos casos, consiguieron el efecto contrario al buscado: producían más pena que hambre.
No puede acabar el día sin recordar que #YoComoCarne, porque forma parte de la dieta mediterránea, su consumo es saludable y hay que apoyar al sector cárnico y ganadero. pic.twitter.com/S6qaEbgbro
— Juan Ignacio Zoido (@zoidoJI) July 8, 2021
Otro fenómeno que, como el mensaje de Garzón, tampoco fue original es que mientras que muchas mujeres reaccionaron diciendo «Vale, voy a ver si puedo reducir un poco mi consumo de carne», las opiniones más belicosas al respecto procedían de hombres. Incluida la del Presidente del Gobierno.
Pero insisto: originalidad = 0. Porque académicamente se ha estudiado con detalle cómo el consumo de carne es uno de los elementos diferenciales de la masculinidad hegemónica.
¿No lo reconoces? ¿No has sido objeto de comentarios jocosos cuando sales a cenar porque tú, mujer, pides las «verduritas, que tienes que cuidarte» mientras que los hombres de la mesa presumen de embutirse un chuletón de 1 kilo sin pestañear? ¿Crees que es casual?
No lo es. Y tenemos que ponerlo encima de la mesa porque es un condicionante más de nuestras elecciones alimentarias que, en este caso, va en detrimento de la salud individual y colectiva.
Por eso he escrito un artículo en El Comidista sobre carne y masculinidad dando datos concretos y citando numerosos artículos científicos en los que se prueba la relación entre la ingesta de carne y los estereotipos de género.
Si tienes dudas sobre que esto pueda ser verdad solo tienes que hacer una comprobación empírica: lee los comentarios del artículo. Por no hablar de los tweets brutales que no solo tuve que soportar yo, también Mikel Iturriaga como cabeza visible de El Comidista que, en su caso, se referían a su orientación sexual.
¿Por qué los señoros se ponen como fieras con las recomendaciones de comer menos carne y braman contra las albóndigas vegetarianas? En esta maravilla de artículo @beatrizcalidad explica la relación entre masculinidad y chuletón a la luz de la ciencia. https://t.co/WDWIf2ttbq
— Mikel López Iturriaga🏳️🌈 (@mikeliturriaga) October 21, 2021
Nunca había sufrido tan abiertamente el machismo y nunca he comprobado de forma tan inmediata y concreta la hipótesis de un artículo.
Y, por si todavía tienes dudas: sí, debemos reducir el consumo de carne, egoístamente por nosotros mismos y por sostenibilidad. Si además quieres añadir el factor de la ética y el bienestar animal, es una cuestión más personal.
Pero ten claro que, a pesar de los tópicos, rebajar el consumo de carne es una decisión valiente (ya te he expuesto como está el panorama) que, desde luego, no te va a hacer menos hombre.
Como que hay una vieja canta (copla de jota) que dice: «El mozo, para ser mozo/ha de tirar a la barra/ha de beber del buen vino / y ha de comer carne asada»