[Texto publicado el 4/04/2017 con actualizaciones el 17/09/2018]
Ya falta poco.
Si todo va según lo previsto, con la vuelta al cole de septiembre llegará también la norma que obligará a etiquetar el origen de la leche en España.
Y es importante.
Porque es una reivindicación que los ganaderos llevan años haciendo.
Y permitirá que los consumidores tengamos más información para elegir el producto que más se adapte a nuestros intereses, gustos o prioridades.
¿Creías que en los envases de leche ya se indicaba su procedencia?
Pues sigue leyendo, porque a veces lo que lees en el tetrabrick no se corresponde con lo que piensas.
¿Por qué es importante conocer el origen de la leche?
El sector lácteo en España (y en Europa) ha pasado por montones de momentos complicados. Casi parece que vive una crisis continua que va capeándose con numerosas bajas por el camino.
En el punto de mira siempre ha estado el precio que se paga a los ganaderos (lo reflejan noticias como esta o esta), en ocasiones incluso por debajo del valor de producción, impuestos por las cadenas de distribución.
Para los ganaderos, uno de los factores que ha estado históricamente en el bajo precio que les pagan ha sido la importación de leche de otros países de la Unión, principalmente de Francia (como puedes ver en estas noticias de 2005, 2009, 2012).
La última crisis empezó hace tres años por el fin de las cuotas lácteas.
¿Sabes en qué consistían?
Pues hasta 2015 se limitaba la producción de leche en todos los países de la Unión Europea para controlar el mercado. Y aunque en España la producción no cubría la demanda (e importábamos leche), los ganaderos sabían cuánta leche vendían y negociaban el precio con la cadena de distribución.
Con el fin de las cuotas los ganaderos pueden producir más leche pero les pagan menos por ella (y afecta sobre todo a los pequeños productores).
Esa crisis se palió (no resolvió) con la firma de un acuerdo lácteo entre productores, distribuidores e industria que estableció entre otros compromisos “Promover la identificación del origen de la leche y los productos lácteos, con objeto de mejorar la información que se facilita al consumidor sobre el país origen de los productos lácteos, mediante la inclusión, por parte de las empresas, de forma claramente visible, la información de dicho origen en folletos promocionales, publicidad, cartelería, así como en los propios lineales.”
Hasta este mismo año, en enero, se repitió la escena de ganaderos protestando en Bruselas por las consecuencias del fin de las cuotas lácteas.
Las agrupaciones de productores lo rechazan porque no incluye un precio mínimo de la leche ni establece sanciones a los infractores.
Y tampoco obliga realmente a que se identifique el origen de la leche.
Saber de dónde viene la leche permitiría a los consumidores elegir (si quieren) productos locales y evitaría confusiones debido a etiquetados imprecisos (como leche de origen francés vendida como “producto de Castilla y León”).
¿Por qué no es obligatorio indicar el origen de la leche?
No hay muchos alimentos que tengan que indicar obligatoriamente el país de origen.
Hasta la entrada en vigor del Reglamento 1169/2011, esta mención sólo era obligatoria para la miel, las frutas y hortalizas, el pescado, la carne de vacuno y el aceite de oliva.
A partir de este Reglamento, es obligatorio indicar el país de origen en dos casos:
1-. Cuando en la etiqueta haya información que pueda sugerir que procede de un lugar distinto y confundir al consumidor. Por ejemplo un yogur natural al estilo griego fabricado en España con una foto del Partenón en el envase.
2-. Y si se menciona el país de origen del alimento pero no es el mismo que el del ingrediente primario: hay que indicar el origen de ese ingrediente. Es el caso de un plato de paella española lista para consumir preparado con arroz procedente de Asia.
Y desde el 1 de abril de 2015 también se obliga a dar información sobre el origen de la carne de cerdo, oveja, cabra y aves de corral.
En el resto de carnes y la leche se puede indicar el origen voluntariamente (no sólo diciendo el país, también la región, por ejemplo). Y el Reglamento estableció que la Comisión Europea tendría que emitir informes sobre si estos productos debían incluir información sobre su procedencia.
Efectivamente la Comisión emitió ese informe en mayo de 2015.
Y, aunque reconoce que los consumidores (más del 80% según sus datos) tienen interés en conocer el origen de la leche y de las carnes (distintas de la de cerdo, ovino, caprino y aves), concluye que el etiquetado obligatorio del origen de la leche, de la leche como ingrediente en los productos lácteos y de la carne es costoso y sólo el 50% de los consumidores pagaría más por tener esa información.
A pesar de este informe (y basándose precisamente en sus datos), el Parlamento Europeo aprobó una resolución en 2016 para que se establezca la obligación de indicar del lugar de origen de todos estos productos.
Pero por el momento no hay ninguna norma europea que obligue a hacerlo.
Así que lo que están haciendo algunos países es desarrollar normas propias, que afecten a su territorio.
Es el caso de Francia, donde desde el 1 de enero de 2017 es obligatorio indicar el origen de la leche, la leche como ingrediente en productos lácteos y la carne en los productos preparados.
Los bricks de leche y los envases de productos como el yogur o el queso deberán incluir el país de ordeño y de transformación de la leche.
En Italia es obligatorio desde el 19 de abril de 2017 y también se aplica tanto a la leche como a la leche empleada como ingrediente de productos lácteos, que tienen que indicar el país de ordeño y el de transformación.
¿Y en España?
En noviembre de 2016 se empezó a oír hablar de un proyecto del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, para regular en España la indicación del país de origen de la leche.
Porque si los consumidores de países de nuestro entorno cercano pueden conocer el origen de los productos que compran, no sólo es un problema de pérdida de competitividad de la leche de los ganaderos españoles en otros mercados europeos, sino que no se sostiene el agravio comparativo de la capacidad de elección que tienen los consumidores en Francia o Italia respecto a España.
Otros países de la Unión Europea ya están obligados a indicar el país de origen de la leche.
En febrero de 2017, el Ministerio divulgó una consulta pública para que “ciudadanos, organizaciones y asociaciones que así lo consideren, pueden hacer llegar sus opiniones» y en la que se proponía que la indicación del país de ordeño y país de transformación y envasado de la leche y los productos lácteos fuese obligatoria.
El propio Ministerio calculaba que el Real Decreto se publicaría después del verano de 2017.
Pero el proyecto se ha encontrado con numerosos obstáculos.
Entre ellos, el enfrentamiento entre distintos ministerios o un informe de la CNMC de junio de 2018 en el que se mostraba contraria a establecer la obligación de indicar el origen de la leche, por poder alterar el mercado.
Sin embargo, parece que finalmente será el próximo viernes 21 de septiembre de 2018 cuando el Consejo de Ministros apruebe el Real Decreto.
Según la última versión del borrador, será obligatorio indicar el país de origen tanto de la leche, como de la leche empleada como ingrediente siempre que suponga más del 50% del peso final.
Será obligatorio indicar el país de origen de la leche y de la leche empleada como ingrediente si supone más del 50% del producto final.
En cuanto el Real Decreto entre en vigor, podremos ver en la etiqueta:
a) El nombre del país en el que la leche ha sido ordeñada, mediante la expresión:“País de ordeño: (nombre del país)”. En el caso de que se trate de un país distinto de España, en lugar de la referencia al país, podrá indicarse (UE) o (fuera de la UE).
b) El nombre del país en el que la leche ha sido transformada, mediante la expresión: “País de transformación: (nombre del país)”. En el caso de que se trate de un país distinto de España, en lugar de la referencia al país, podrá indicarse (UE) o(fuera de la UE).
Y si tanto el ordeño como la transformación se han efectuado en el mismo país, podrá indicar simplemente «Origen de la leche: (nombre del país)» o, si es un país distinto de España, está autorizado a mencionar «Origen de la leche: (UE)» o «fuera de la UE».
Por fin se dará respuesta a una reivindicación tanto de los productores como de los consumidores, porque…
¿A los consumidores realmente nos interesa saber el origen?
Parece que sí.
Como destacó BEUC (asociación a nivel europeo que agrupa a 43 organizaciones de consumidores nacionales) en una nota de prensa de 2013, cuando a los consumidores se les preguntó sobre la importancia de conocer el origen de la carne y la leche, un 70% contestó que sí era importante para ellos (según datos tanto del Eurobarómetro como de las encuestas que hicieron las asociaciones de consumidores).
Y para el 60% era importante saber tanto el origen de la materia prima como el lugar donde se transforma.
¿Hasta ahora había forma de saber el país de origen de la leche?
La preocupación por poder identificar el país de origen de la leche no es nueva y ha habido algunos intentos para que la industria láctea lo detallara en la etiqueta.
Pero el problema es que los consumidores no sabemos qué significan exactamente los logotipos de estas iniciativas.
Podemos intuir que, al llevar un sello, la leche cumple con determinadas características pero no sabemos cuáles (ni si entre ellas está el origen español del producto).
Un sistema (ya derogado) que identificaba la leche de origen español fue la“Letra Q” que se implementó en 2004.
Su objetivo era cumplir con los requisitos de trazabilidad del Reglamento 178/2002, pero “colateralmente” servía para saber que la leche era de nuestro país porque sólo se aplicaba a nivel nacional (e implicaba desde la explotación ganadera a la industria).
Para que el consumidor pudiese identificar la leche y los productos lácteos que cumplían con el sistema, en 2010 se reguló el uso voluntario del logotipo “Letra Q”.
Así, los productos que llevasen este distintivo garantizaban que se podían saber los detalles de todas las etapas por las que había pasado el alimento hasta llegar al consumidor.
Otra iniciativa que sigue en vigor es la del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente del año 2013 es el programa “Productos Lácteos Sostenibles (PLS)”.
Es un sistema voluntario por el que las empresas que se adhieren (sólo afecta a la industria y la distribución, no a los productores) adquieren una serie de compromisos que se traducen fundamentalmente en que la leche que lleva el sello es de origen español.
Para el consumidor supone “Una garantía del origen español de la leche y de los derivados lácteos y de que ha sido contratada en unas condiciones que garantizan la sostenibilidad económica del sector lácteo español”.
Además, el sector de la distribución que se adhiera tiene que “evitar acciones que supongan la banalización de la leche ante el consumidor”. Lo que implica que no puede utilizar la leche como reclamo (bajando los precios), una práctica denunciada muchas veces por los productores.
El sello lo pueden llevar tanto la leche como los productos lácteos y el Ministerio controla que las empresas cumplan los compromisos del acuerdo.
El problema con este programa está precisamente en el nombre que se ha elegido, concretamente en el concepto “Sostenibles”.
El Ministerio indica que se ha elegido este concepto porque “La palabra sostenibilidad suele asociarse más a un concepto ecológico que económico, aunque su dimensión y significado se adapta perfectamente a las dos dimensiones. En el branding se han querido trasladar ambos conceptos.”.
Pero sus detractores argumentan que la palabra “sostenible” se asocia sólo a un compromiso medioambiental así que sería una práctica desleal porque el consumidor puede creer que el producto cumple con lo requisitos de la producción ecológica (y no es así).
A los productores tampoco les satisface este sistema. En el mismo momento en que se presentó, los ganaderos lo vieron como un lavado de cara y una declaración de intenciones que en realidad no supone ningún cambio.
Otro problema que encuentran los productores es que no se ha definido qué quiere decir “sostenible”, así que el programa está basado en algo indeterminado.
Una última opción para que puedas saber de dónde viene la leche que consumes es que la industria lo indique voluntariamente en el etiquetado.
Aquí tienes algunos ejemplos.
Otra opción es que los ganaderos y la industria se adhieran a alguna marcas de calidad autonómica o local.
Pero en este caso hay un inconveniente porque la marca de calidad no siempre garantiza que la leche se haya producido en esa comunidad autónoma o provincia.
Dependerá de las normas de la propia marca.
Porque muchas veces estos sellos de calidad exigen que el alimento esté producido, elaborado o transformado en esa región (como este o este).
Pero en algunos casos es suficiente con que la industria esté afincada en ese territorio para lucir la marca de garantía aunque la materia prima sea de otra parte del país. O de fuera.
Y lo mismo pasa con el sello que hay en la parte superior del envase, junto al tapón.
Es el Registro General Sanitario, incluido dentro del marcado sanitario, y que contiene las iniciales de una provincia. Pero esto sólo quiere decir que el alimento se ha fabricado, elaborado o transformado en esa región. Y no indica nada sobre el origen de la materia prima.
Así que…
Tus elecciones individuales como consumidor son muy valiosas, a veces hasta límites que no imaginas.
Pueden cambiar normas e impulsar (o hundir) sectores.
Tener más información sobre la procedencia de los productos que consumes te hace libre porque puedes decidir comprar unos productos u otros y tener repercusión real sobre el mercado.
Incluso puedes decidir que el origen de un alimento no es un factor de peso para ti y comprar en función de otras variables (precio, composición, gustos personales…).
Pronto tendrás esa opción.
¿Quieres saber por qué los yogures griegos pueden llamarse así
(aunque nunca hayan pisado Atenas)?
Parece mentira que hagan estas cosas, y luego la industria se queje de la desconfianza del consumidor. Hacen falta DOS frases: «Leche procedente de XXX» y «Leche envasada en YYY». Escritas claramente en un lateral, por ejemplo. Fin de la historia. Si no lo hacen es porque no quieren, no les conviene, o yo qué se por qué. Pero vamos, creo que pensar que una Q en grande es el mejor sistema es bastante absurdo.
Personalmente, por cuestiones de evitar transporte, preferiría leche de mi entorno.
Gracias por la información.