Hace unos días nos despertábamos casi sobresaltados.
Seis artículos y un editorial publicados en Annals of Internal Medicine parecían ir en contra del dogma establecido y postulaban que no hay evidencias que relacionen el consumo de carne con efectos adversos sobre la salud e iban más allá: establecían nuevas recomendaciones que consistían en que los adultos deben mantener su consumo actual de carne.
¡Todo ha dado la vuelta! ¡Ya no podemos fiarnos de nada!
No tan deprisa. No es tan fácil y detrás del titular había gato encerrado. Numerosas entidades nacionales e internacionales pusieron el grito en el cielo y emitieron comunicados expresando sus desavenencias con esa publicación.
Aquí tienes algunos:
- Sociedad Española de Epidemiología.
- Instituto de Salud Carlos III.
- World Cancer Research Fund International.
- American Institute for Cancer Research.
- Harvard School of Public Health.
Y se ha analizado en artículos de Juan Revenga, Laura Caorsi o Maldita Ciencia.
A mí me ha parecido grave. Pero no por el efecto aparentemente disruptor de estas «nuevas» recomendaciones, sino por algo más profundo.
Algo que te cuento a continuación.
Un planteamiento temerario
Además de los fallos metodológicos que han puesto sobre la mesa organismos con la Sociedad Española de Epidemiología, lo que más llama la atención de este estudio es el apartado de recomendaciones, que sugiere que los adultos continúen con su consumo actual de carne roja y carne procesada, e incluyen que el grado de evidencia es bajo y la recomendación es débil.
- ¿El producto estrella de la nueva dieta saludable? Ni de coña
A pesar de que los datos que los autores analizan apuntan precisamente a que, de haber una relación entre el consumo de carnes y el riesgo de enfermedad cardiometabólica, mortalidad y cáncer, esta relación es positiva, hacen una recomendación contraria a sus propios resultados y al consenso científico vigente.
Cabe señalar que son datos ya publicados y analizados, pero es en el apartado de recomendaciones cuando los autores hacen una interpretación contraria a la que entidades de referencia y otros autores han hecho previamente. Esto es importante: no hay nuevas investigaciones robustas que sugieran que el consenso científico estaba equivocado, es la interpretación lo que varía.
Las recomendaciones a la población se hacen sobre la evidencia científica de mejor calidad, bajo un criterio de responsabilidad y un principio de precaución que parecen ausentes en este caso. Cabe preguntarse hasta qué punto se estaba buscando que un mensaje disruptivo, en contra del consenso científico, tuviera un impacto mediático que no podría alcanzarse si las recomendaciones fuesen las ya conocidas y aceptadas.
Dar cancha a estas publicaciones consigue que la población crea que no hay consenso científico o que este ha cambiado.
La investigación en nutrición avanza matizando y es verdad que los mensajes cambian, pero no por un estudio que le de la vuelta a todo, sino por una acumulación de conocimiento en forma de revisiones de revisiones sistemáticas y metaanálisis de alta calidad hasta llegar a nuevas conclusiones (que, indudablemente pueden ser refutadas en el futuro).
Lo que me parece más grave de esta situación es el efecto que tiene en la población. Esto es desinformación.
Una parte importante de los consumidores va a enterarse de que un nuevo estudio cambia las recomendaciones de consumo de carne roja y procesada y va a quedarse con eso. Indudablemente habrá personas a las que no les suene coherente e intenten profundizar más, y llegarán a los artículos en los que se recopilan las reacciones de las entidades de referencia en las que se ponen de manifiesto los errores, y descartarán esas recomendaciones.
Aunque sea falso, para parte de los consumidores el mensaje que va a quedar es: «Siga comiendo carne como hasta ahora»
Pero para muchas personas la idea que permanecerá es que se puede comer carne roja y procesada sin problema, o que los científicos no se ponen nunca de acuerdo en nada y cada día dicen una cosa, que no hay consenso y que los mensajes son contradictorios. Esto mina la confianza en los mensajes científicos contrastados, y esa duda es terreno abonado para que la desinformación sobre ciencia campe a sus anchas.
Claro que la investigación los estudios observacionales tienen limitaciones (expliqué las razones en Nutrir con Ciencia de El País): los datos son autorreportados y pueden estar sesgados, es difícil establecer relaciones causa efecto, puede haber sesgos de selección…pero aportan datos útiles y si están bien diseñados, tienen un tamaño muestral adecuado, se analizan correctamente y se interpretan de forma rigurosa y, además, apuntan de forma consistente en una dirección, deben tenerse en cuenta para hacer recomendaciones de salud pública.
La próxima vez que encuentres un titular llamativo, ponlo en entredicho desde el minuto 0 (ya habrá tiempo de determinar si es veraz o no).
¿Quieres saber por qué es distinto el efecto sobre la salud de la carne roja, la blanca y la procesada?
Lo siento Beatriz pero pongo en entredicho lo que dices desde el minuto 0, porque en mi opinión no es creíble.
También en la ciencia hay que aplicar el sentido común, y visto lo visto estos últimos años, con el tema de la carne tendríamos que hacer lo mismo. Pensar que un alimento ancestral, cargado de nutrientes y de fácil asimilación, que nos ha alimentado desde siempre es perjudicial es al menos sospechoso, sino una barbaridad.
¿Por su grasa saturada?, la misma que existe en la leche materna, en nuestro cerebro, en los huevos, en el aceite de coco,…. No tiene sentido ¿no?.
Y ahí es donde digo lo de aplicar el sentido común. Ya ha ocurrido con muchos productos que han sido demonizados durante años y ahora son súper saludables, y eso que algunos son ricos en grasas saturadas y colesterol.
Durante las últimas décadas se ha reducido el consumo de carnes rojas y cada vez hay más cánceres. Se ha reducido el colesterol,las grasas saturadas y la sal, y cada vez hay más problemas de obesidad, hipertensión y cardíacos.
Se está demostrando que el colesterol, las grasas saturadas, las carnes rojas, la sal.. no son los culpables.
lahttps://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0309174014000564
Toda esta campaña contra la grasa saturada opino que es política, no tiene base científica porque en general los estudios suelen ser muy débiles, mal planteados, muy sesgados e inconsistentes.
Y poner una foto de hamburguesa, normalmente llena de aditivos, con salsas cargadas de azúcares y aceites refinados, y panes cargados de carbohidratos como ejemplo de carne roja no es muy acertado porque te resta credibilidad.
¿Por que no el exceso de carbohidratos y de insulina?, hormona promotora del crecimiento celular, y cuyo exceso se está demostrando son grandes responsables de todas las enfermedades relacionadas con el síndrome metabólico.
También los aceites refinados de tan baja calidad, fácilmente oxidables, tan presentes en la comida basura.
Otra cosa muy distinta es la calidad de la carne que se coma, por lo que hay que elegir carnes de extensivo y evitar las procesadas de mala calidad. Además, ayudamos a fijar población en el medio rural.
Te aconsejo leer y oír a profesionales como Jorge García Dihinx, Jason Fung, Ivor Cummings, Georgia Ede, los médicos de Low Carb Under, etc.
Ellos té pondrán al día en cómo funciona nuestro metabolismo.