Enero. Vuelta a la normalidad.
Ahora te toca decidir qué va a ser la normalidad en 2017 para ti. Incorporar de verdad hábitos saludables…o abandonar el intento a mediados de mes.
Me pongo en el primer caso y sé que te interesa conocer qué te aporta cada alimento y si es adecuado para ese estilo de vida.
Estás de suerte. Porque ya sabes que 2016 acababa con la entrada en vigor del etiquetado nutricional obligatorio.
¿Pero no sería genial que con un simple golpe de vista los consumidores pudiésemos saber cuál es el valor nutricional de un alimento? (Sin tener que estudiar tres carreras y dos másters, claro).
Pues muchos países han buscado la manera de conseguirlo.
Te voy a contar cómo se ha tratado de facilitar la comprensión de las etiquetas….y los resultados.
¿La legislación permite presentar la información nutricional de cualquier manera?
Como ya te he contado en posts anteriores, desde hace varios años (antes de la entrada en vigor del Reglamento 1169/2011), muchas empresas ya facilitaban información sobre el valor nutritivo de sus productos.
La información se podía dar de forma voluntaria, simplemente porque la empresa lo decidía así.
Sólo era obligatoria si en la publicidad o en el etiquetado se hacía alusión a que el producto era saludable o aportaba beneficios nutricionales. Aunque claro, con la cantidad de productos que intentan destacar por estas propiedades, muchos ya estaban obligados a incluir la información nutricional.
Como no había una normativa, los formatos eran muy distintos (tablas, enumerada detrás de los ingredientes, con gráficos…).
Con la entrada en vigor del Reglamento 1169/2011, la información nutricional se debe presentar de forma unificada siguiendo un formato concreto, con toda la información junta y en un orden.
Pero, una vez que se cumple con este requisito, esta información también puede indicarse con otros formatos como gráficos o símbolos, textos y números, que ayuden al consumidor a comprenderla.
Y no sirve cualquier diseño.
Una empresa no puede dejar volar su imaginación y llenar los envases de dibujos sobre el valor nutritivo del producto a voluntad.
Para cumplir con el Reglamento, estas presentaciones adicionales tienen que:
- Estar basadas en estudios científicos.
- No engañar al consumidor.
- Facilitar la comprensión sobre el valor nutricional del alimento.
- Estar respaldadas por estudios que prueben que el consumidor medio las entiende.
- Estar basadas en las ingestas de referencia que contempla el Reglamento.
- Ser objetivas.
- Evitar obstáculos al libre comercio.
Las autoridades de cada estado deben vigilar estas formas de presentación de los alimentos que se comercialicen en su territorio e incluso pueden recomendar a la industria que utilice alguno de estos diseños.
Con las experiencias que se recojan en los distintos países de la UE, la Comisión tiene que elaborar un informe (como muy tarde el 13 de diciembre de 2017) explicando cómo han afectado estas presentaciones al comercio interior y si el sistema funciona o si por el contrario, es más adecuado consensuar su diseño en todos los países.
[Actualización: a 4 de diciembre de 2017, la Comisión no ha elaborado este informe]
En algunos países dentro y fuera de la Unión Europea (ya antes de la entrada en vigor del Reglamento) las autoridades y la industria han intentado desarrollar este tipo de sistemas gráficos que no sólo dieran la información, sino que ayudasen a los consumidores a conocer las características nutritivas del producto y a elegir el mejor según sus circunstancias.
Pero los resultados han sido dispares.
Incluso alguno de los formatos utilizados en algunos países (como el semáforo del Reino Unido) se han criticado duramente en otros países y la Comisión llegó a advertir a Londres para que retirara el sistema.
Estos miembros de la Unión Europea encuentran dos motivos para frenar este etiquetado: por un lado aseguran que los consumidores no entienden el mensaje nutricional, con lo cual el etiquetado falla en su principal objetivo.
Pero además consideran que sus propios productos (que no llevan la información en este tipo de formatos) quedan desprotegidos porque los consumidores los identifican como poco saludables, lo que dificulta su exportación y el libre mercado.
En realidad sólo habría que aplicar dos reglas básicas para que los sistemas funcionen: tienen que ser sencillos y veraces.
¿Cómo funcionan estos sistemas?
Para que te hagas una idea, aquí tienes algunas estrategias que han seguido países dentro y fuera de la Unión Europea para que los consumidores tengan mejor acceso a la información nutricional:
A-. Logos positivos en el frontal de los envases: son logos fáciles de identificar por los consumidores, que les permite hacer elecciones rápidas en un vistazo y escoger el producto más saludable.
Son iniciativas voluntarias, apoyadas por los Gobiernos, basadas en criterios científicos específicos para cada grupo de alimentos y potencian la innovación y el desarrollo.
1-. Cerradura en los países nórdicos (Suecia, Dinamarca, Noruega e Islandia): “Healthy Choices made easy” desarrollado por Suecia en 1989, en 2009 se adhirieron Noruega y Dinamarca y en 2012 Islandia.
Es un sistema al que la industria se puede acoger voluntariamente y que identifica los alimentos que cumplan con sus condiciones con una cerradura blanca sobre fondo verde colocada en el frontal de los envases.
La pueden llevar los productos que, comparados con otros similares, cumplen con uno o varios de los siguientes requisitos:
- Con menos grasa y con grasa saludable.
- Con menos azúcar.
- Con menos sal.
- Con más fibra dietética y cereales integrales.
De esta manera permite a los consumidores hacer elecciones saludables de una manera sencilla.
- Sello Keyhole
La cerradura no se puede utilizar en refrescos, dulces, bollería ni en alimentos con edulcorantes artificiales.
Su uso es libre y gratuito y son las empresas las responsables de cumplir con los requisitos del sistema.
Es una herramienta rápida y sencilla para los consumidores y ha supuesto un diálogo positivo con la industria, a la que interesa contar con este símbolo en sus productos.
2-. Choices programme: “Making the healthy choice the easy choice” (que la elección saludable sea la elección sencilla). Es una iniciativa internacional privada, a cargo de la Choices International Foundation.
Empezó en 2006 en los Países Bajos como respuesta al requerimiento de la OMS para que la industria tuviera un papel principal en la lucha contra la obesidad y las enfermedades relacionadas con la dieta.
Los productos saludables se identifican con un logo en la parte frontal de los envases.
- Sello Choices programme
El objetivo es también identificar las opciones más saludables a partir de perfiles nutricionales para cada categoría de producto.
Tiene en cuenta la cantidad de grasas saturadas y grasas trans, azúcares añadidos, sal y fibra dietética de los alimentos.
Tampoco otorgan el logo a bebidas alcohólicas, complementos alimenticios, productos para usos médicos especiales ni a productos para niños menores de un año.
Las empresas que quieran utilizar el logo tienen que solicitarlo a la Fundación y se someten a un control.
3-. Símbolo del Corazón en Finlandia: se utiliza en restaurantes y empresas de catering. Está pensado para facilitar la elección de alimentos saludables cuando se consumen fuera de casa.
Las empresas que quieran usarlo tienen que solicitarlo a la Asociación Finlandesa del Corazón.
- Sello Asociación Finlandesa del Corazón
Para conseguir acreditarse, establecen una cantidades máximas de sal, grasa y grasa saturada y una cantidad mínima de fibra por cada grupo de alimentos y al menos un menú compuesto por plato principal y otros alimentos debe cumplir con esos valores y con todas estas condiciones:
- Los cereales empleados tienen que tener al menos un 6% de fibra.
- Las raciones de ensalada deben contener al menos 150g de vegetales. La patata no se tiene en cuenta.
- Permiten que la cantidad de grasa sea superior a la que estipulan en sus tablas si la única fuente de grasa es el pescado.
Las tres organizaciones (Keyhole, Choice y Heart Findland) colaboran entre sí.
B-. Be treatwise: que sería algo así como “sé sensato con tus caprichos». Es una iniciativa privada desarrollada por la industria alimentaria en 2006 en Australia.
Sólo se aplica a golosinas, dulces y chocolate, alimentos que la propia industria considera que tienen que consumirse sólo ocasionalmente y dentro de una dieta equilibrada.
- Sello Be treatwise
El sello identifica estas golosinas y el objetivo es que los consumidores sean conscientes de la cantidad de energía que estos alimentos les aportan.
Es una manera de llamar la atención sobre las características del producto (alto en azúcares y grasas) y un recordatorio del papel que tienen que tener estos alimentos en la dieta.
C-. Semáforo nutricional: es un sistema de información voluntario aplicado desde finales de 2013 en el Reino Unido de forma consensuada entre el Gobierno británico y la industria.
Esta estrategia consiste en identificar mediante colores (rojo, ámbar y verde) la cantidad de energía y determinados nutrientes que contiene el alimento (kilocalorías, azúcares, grasas, grasas saturadas y sal) por cada 100g.
Con este código, el rojo identifica alta cantidad de estos nutrientes, ámbar cantidad moderada y verde cantidad baja.
- Ejemplos de presentación del semáforo nutricional en Reino Unido
Esta clasificación la han adoptado en España de forma voluntaria algunas empresas como Eroski, que ha sustituido los colores por naranja, amarillo y verde y da la información por ración, no por cada 100g (más adelante verás por qué este matiz es muy importante).
- Ejemplo de presentación del semáforo nutricional de Eroski
Para algunas organizaciones como el World Cancer Research Fund, este etiquetado es positivo porque ayuda a los consumidores a entender los valores dietéticos de referencia, funciona de un vistazo, lleva a la industria a reformular los productos para conseguir niveles más bajos de estos nutrientes y es comprendido por todos los consumidores.
Sin embargo, países como España o Italia se han mostrado en contra de esta representación de la información nutricional porque interpretan que algunos productos tradicionales, como los protegidos por DOPs o IGPs, y otros productos con un gran peso en nuestra gastronomía (como el aceite de oliva o los frutos secos) tendrían categoría roja y serían rechazados por los consumidores.
[Actualizado 04/12/17: seis multinacionales de la industria alimentaria ha anunciado que adoptarán este sistema voluntario. Pero la decisión es controvertida como puedes leer aquí.]
Esta premisa puede ser cierta si se utiliza el semáforo por cada 100g de producto. Pero no todos los alimentos se consumen en raciones de 100g (no es lo mismo una ración de aceite de oliva -10 gramos-, que un vaso de leche -250ml-) y el semáforo bien diseñado tendrá que adaptarse a las cantidades reales que se consumen.
De esta forma, la información nutricional obligatoria que se da por cada 100g o 100ml es una información en términos absolutos, que nos permite por ejemplo comparar el aporte nutricional de los productos sin estar condicionados por el tamaño de las raciones.
Y la información que nos dan sistemas como el semáforo es una información en términos relativos, que compara los nutrientes aportados por una ración de un producto concreto con los valores de referencia de nutrientes.
Si se emplea el semáforo comparando el aporte de cada ración con las ingestas diarias recomendadas de energía y nutrientes este código podría ser adecuado, como puedes ver en este artículo de Julio Basulto.
Pero también tiene su «lado oscuro»: y es que al no tener tamaños de raciones unificados, la industria puede indicar porciones mucho más pequeñas de las reales para etiquetar en verde la cantidad de grasas o sal.
Y la clave por la que el sistema personalmente no me convence: hace que los consumidores se fijen exclusivamente en nutrientes y no en el alimento en conjunto. Y así se dan paradojas como que los frutos secos lleven semáforo rojo por su contenido en grasas y los refrescos 0%azúcar tengan todos los nutrientes con un flamante color verde.
El etiquetado del semáforo hace que nos fijemos en nutrientes por separado y no en el alimento.
Este sistema no parece que vaya a cuajar en un futuro en los países de la Unión Europea.
La Comisión Europea lo ha criticado porque considera que clasifica a los alimentos como buenos y malos, hacer ver que un producto es inferior a otro y dificulta el comercio dentro de la UE.
Y hasta 7 países de la Unión se han manifestado en contra alegando que es contrario al espíritu del Reglamento 1169/2011 porque incumple las condiciones que vimos al principio del post de ser un sistema objetivo, basado en criterios científicos… y aseguran que perjudica a los productos tradicionales, que tienen poco margen para cambiar sus fórmulas para que el semáforo sea más verde que rojo.
Si se cumplen los plazos previstos, a finales de este año sabremos cuál es el vencedor de esta batalla, cuando la Comisión publique su informe sobre estas formas adicionales de presentar la información nutricional (como he comentado anteriormente, a 4/12/17 el informe no se ha publicado).
¿Cuál sería una buena medida?
Que se desarrollasen los perfiles nutricionales tal como estaba previsto en el Reglamento 1924/2006. Pero, como te conté en «No te fíes de los alimentos que anuncian a gritos lo saludables que son», esta opción está más que descartada por el momento.
El objetivo de estos formatos tiene que ser que el consumidor encuentre esa información útil y que le ayude a tomar decisiones rápidas en el momento de la compra (no podemos pasarnos la mañana leyendo una etiqueta con información que muchas veces el consumidor medio ni siquiera puede desenmarañar).
Que pueda comparar productos parecidos pero con valores nutricionales distintos.
Y que sea fácil de entender.
Porque sí, los consumidores tenemos que preocuparnos de estar informados y entrenados para leer las etiquetas. Pero descifrar la información de cada producto no puede ser un jeroglífico sólo al alcance de unos pocos.
¿Conocías estos sistemas alternativos? ¿Crees que te ayudarían a elegir los productos? Me encantará leerte en los comentarios.